viernes, 6 de enero de 2017

Mad Max Fury Road: Acerca de ella y su Black and Chrome




Hablemos del contexto: Atestígüenme

Hace un poco más de un año tuve una revelación. Hay gente que vive ese proceso de distintas formas. Hacen un viaje, se enamoran, estudian, cualquier cosa que involucre cambio. Yo, que soy un ser humano extremadamente simple, tuve esa experiencia con otra cosa; una película controversial que desde sus inicios hizo que la gente se dividiera entre quienes la amaron y quienes la odiaron. Por supuesto, pertenezco al primer grupo, porque desde el inicio no podía creer lo que estaba viendo: Mad Max Fury Road, dirigida por George Miller, era la obra maestra definitiva, la película que siempre estuve esperando y que me hizo entender mi vida como cinéfila hacia adelante y hacia atrás.

Con estos antecedentes, he visto esta película al menos 20 veces, en distintos formatos y con distintas experiencias. Con amigos que me han dejado hablar durante toda una exhibición, explicando cuales son las cosas que más me gustan de ella. Sola, atrapando  los subtextos de la historia para que no se me olviden. En la micro. En el metro. En megapantallas, en el celular, en todos lados. Gracias a esa película abrí una ventana para conocer la obra de George Miller y ahora soy una fanática de todo lo que tenga su firma.

En este caso, están dados todos los tics que Miller considera parte de su obra en general. Mad Max Fury Road está concebida como una ópera - arte que claramente Miller adora, con decenas de referencias a ella en toda su filmografía - en que cada movimiento responde a otro anterior y lleva un ritmo que no siempre se ve en películas “de acción”. Hay tanto de crítica social, perspectiva de género y debates sobre el sentido de la realidad en ella, que el que quiera adentrarse en ese mundo va a encontrar mucho más que lo que les ofrece esta -  a primera vista-  convencional historia sobre una ida y una vuelta. Pese a este prejuicio, es necesario decir lo siguiente: Los grandes mitos de la humanidad están concebidos sobre esa base; los que se van jamás son los mismos cuando vuelven y aquí, las bellas parideras de Immortan Joe vuelven convertidas en otra cosa. Ellas viven un antes y un después y nosotros, como espectadores, vivimos lo mismo.

Por si a alguien no le ha quedado claro, entonces, lo reitero. La cinéfila que hace más de un año vio  Mad Max Fury Road no es la misma que escribe este artículo el día de hoy, porque precisamente, yo también tuve una historia de ida y vuelta con ella.

Sobre la historia: Vivo, muero y vuelvo a vivir

En esta película, George Miller retomó a su primer personaje, el primero de su historia como cineasta para crear una nueva historia ambientada y basada en las andanzas de Max Rockatansky, el “Loco Max”, quien vive en una sociedad donde la violencia es algo de todos los días. Esta visión apocalíptica, con un sistema donde la vida de los otros no vale nada, es algo que con el correr del tiempo se ha ido normalizando hasta un punto en que los malignos “dueños de la carretera” que conocimos en 1979 parecen ositos de peluche comparados con la realidad que enfrentamos diariamente en distintos lugares del mundo. Treinta y cinco años después, la violencia ya no nos afecta como antes, sobre todo porque el desprecio por la vida humana ha ido escalando a niveles que el inocente George ni siquiera podía imaginar en esos tiempos.



Desde este cambio en los tiempos que vivimos, Miller nos entregó su película cumbre. Un filme que puede ser leído como el cúmulo de las obsesiones del director, dadas las innumerables referencias visuales que antes habíamos visto en su obra, la cual incluye películas familiares (Babe en la Ciudad, Happy Feet 1 y 2), thrillers (Lorenzo´s Oil) y comedias (Las Brujas de Eastwick). En todas ellas se repiten sus figuras predominantes frente a la multitud, el público enfervorizado, sus mujeres resueltas y en proceso de descubrimiento, pero también, la soledad, el sentido de pertenencia, la búsqueda de la utopía y de lo ideal. Todos estos elementos están presentes en sus filmes y aquí dibujan una historia que va más allá de lo lacónico de sus personajes.

Ahí donde las palabras pueden ser malinterpretadas, las actitudes de cada personaje nos muestran desde el principio que cosas son capaces de hacer y cuáles no. Tal vez en este sentido, lo que sucede con las esposas de Immortan Joe da una mayor cuenta de este viaje de ida y vuelta, ya que si bien desde el principio sabemos quiénes son y qué es lo que quieren – La búsqueda de las “Muchas Madres” juega un papel fundamental en esta historia- es durante este viaje de ida en donde cada una va tomando su forma definitiva. Es como si Miller fuese consciente de esto y reconociera los múltiples escollos que lo femenino debe enfrentar para llegar a expresarse en su totalidad. Por esto, el encuentro final con las “Muchas Madres”, mujeres que han optado por resolver su realidad y enfrentarla de la mejor manera posible, opera como un espejo para las parideras, quienes logran asumir quienes son y cómo pueden seguir adelante.



Referente a esto, la idea del Edén en la que se transforma la ciudadela de Immortan Joe se reafirma, siendo un lugar que inicialmente aparece como un centro de opresión para quienes viven ahí (sean conscientes de ello o no) y que posteriormente se transforma en la Tierra Prometida de las parideras, las Muchas Madres y la misma Furiosa, quien actúa como nexo entre estos dos mundos. Aquí las creencias deben ser reformuladas, porque por una parte, el hecho de volver a lo que hasta antes fue considerado “el hogar” supone una derrota para Furiosa. La figura divina de Immortan Joe, dueño absoluto de la ciudadela y que ostenta uno de los tres poderes fundamentales del universo que se nos presenta – junto al “Granjero de Balas” y el “Antropófago”, un capitalista al que dada su condición de tal, no duda en "devorar" hombres – es temida como cualquier dios en cualquier religión y su condición de “inmortal” no hace más que seguir haciendo referencia a ello.

En quien vemos mejor reflejada esta situación es en el personaje de Nux, un joven “middle-life” que diariamente debe recibir transfusiones de sangre para seguir viviendo. La única forma de comprender su fe está dada por las múltiples plegarias que recita durante su ida a la batalla y que ya se han convertido en frases de culto. Nux cree en la promesa de la vida eterna que le ofrece Immortan Joe, hasta que descubre un bien mayor por el que es justo morir. Su sacrificio, entonces, hace referencia a dos tópicos que son tocados por Furiosa y Max en uno de sus escasos diálogos. Por un lado, tenemos la redención, como una forma de encontrar la paz a través del sacrificio por el bien común y por otro, la esperanza, resumida en su propia muerte y la salvación de los sobrevivientes del viaje. Esto se contrapone a las trazas de espiritualidad que presentan el resto de los personajes. Una de las parideras rezando “a quien esté escuchando”, las Muchas Madres capaces de matar pero protegiendo la tierra y las semillas, nos hablan de espacios distintos de fe. Todo lo que hacen estas escenas es mostrarnos un resumen de cómo se manifiestan las personas en su espiritualidad y la forma en la que nos relacionamos con lo humano y lo divino.



¿Cuál es el rol de Max en todo esto? Miller tiene claro que en un mundo lleno de personas que han decidido tomar las riendas de sus vidas, el prototipo del héroe hollywoodense que con su sola presencia salva el día no tiene cabida. Max es un héroe con procesos propios en busca de su propia redención, cuya figura sirve para unir puntos, entregar un relato central y construir en sí mismo el viaje del héroe. Su presencia nos permite entender el horror del universo que estamos viendo a través de las imágenes que lo azotan, todas ligadas a la culpa. Considerando esto, no es extraño que al final de la película Max abandone el lugar. Como en todas las historias de caballeros andantes y samuráis, una vez que la misión se ha cumplido, es necesario retomar el propio camino. Una lección sobre dejar atrás para seguir con el rumbo trazado para cada uno, aunque nos sea desconocido. En tiempos en que además nos negamos a soltar (las cosas, las personas, el poder) esto resulta ser toda una iluminación.

La ausencia el color: Tan brillante, tan cromado.

En una acción que puede parecer incomprensible, George Miller decide editar una nueva versión de su película, esta vez en blanco y negro. Todo parte, según él mismo indica, con una antigua obsesión instalada desde la primera vez que vio su Mad Max en una pantalla en blanco y negro mientras se estaba editando la banda sonora. “¡Esta película debería haber sido filmada así!” declaró en ese momento y ahora, con todos los adelantos técnicos, convierte  a su obra maestra en la película que él siempre quiso ver. Hay algo aquí, una especie de desprecio por todos los progresos que se han alcanzado en el cine, una necesidad por volver a lo original que habla también del profundo amor de Miller por esta disciplina. La búsqueda del encuadre perfecto y la cámara que no se detiene, en el que se desgastan muchos nuevos cineastas no tiene importancia frente a este reflejo de la realidad que nos entrega el director. Miller es un creador que sabe lo que está buscando y no obedece a las nuevas tendencias de lo que llamamos “cine de autor”, aunque él, en estricto rigor, es el más autor de todos.



A través de esta versión, entendemos que lo importante para Miller no tiene que ver con la espectacularidad de la que hablaban las primeras críticas de su película. Es cierto, el filme sigue siendo un colosal espectáculo visual en donde no podemos sacar los ojos de encima de los engranajes, la carretera y la tormenta de arena, sin embargo, las explosiones y todo lo que hizo que algunas personas pensaran en ella como una gran carrera de autitos chocadores ya no están en pantalla, y es más, se ven sublimados por el color que tal como indicó su autor, es “negro y cromado”.  Desde ahí, lo que más sorprende es que ahora podemos captar todas las referencias que usó Miller para su obra, retomando la idea de que detrás de toda esta entrega moderna y acorde a los requerimientos visuales actuales, está un autor con verdadero interés por mostrar una historia llena de contenido.

Leí en alguna parte que la versión de Mad Max Fury Road - Black and Chrome es la película teniendo nostalgia de sí misma. Siento que en realidad, la nostalgia de la que nos habla Miller es acerca de retomar el cine como lo que era antes del popcorn: un arte consagrado a la entretención y al espectáculo, pero también orientado a ser el reflejo de lo que somos. Una disciplina que en algún momento fue el gran hito de la modernidad, pasa a ser el último arte profundamente humano.