Hablemos del contexto: Atestígüenme
Hace un poco más de un año tuve
una revelación. Hay gente que vive ese proceso de distintas formas. Hacen un
viaje, se enamoran, estudian, cualquier cosa que involucre cambio. Yo, que soy
un ser humano extremadamente simple, tuve esa experiencia con otra cosa; una
película controversial que desde sus inicios hizo que la gente se dividiera
entre quienes la amaron y quienes la odiaron. Por supuesto, pertenezco al
primer grupo, porque desde el inicio no podía creer lo que estaba viendo: Mad
Max Fury Road, dirigida por George Miller, era la obra maestra definitiva, la
película que siempre estuve esperando y que me hizo entender mi vida como
cinéfila hacia adelante y hacia atrás.
Con estos antecedentes, he visto
esta película al menos 20 veces, en distintos formatos y con distintas
experiencias. Con amigos que me han dejado hablar durante toda una exhibición,
explicando cuales son las cosas que más me gustan de ella. Sola, atrapando los subtextos de la historia para que no se me
olviden. En la micro. En el metro. En megapantallas, en el celular, en todos
lados. Gracias a esa película abrí una ventana para conocer la obra de George
Miller y ahora soy una fanática de todo lo que tenga su firma.
En este caso, están dados todos
los tics que Miller considera parte de su obra en general. Mad Max Fury Road
está concebida como una ópera - arte que claramente Miller adora, con decenas
de referencias a ella en toda su filmografía - en que cada movimiento responde a otro
anterior y lleva un ritmo que no siempre se ve en películas “de acción”. Hay
tanto de crítica social, perspectiva de género y debates sobre el sentido de la
realidad en ella, que el que quiera adentrarse en ese mundo va a encontrar
mucho más que lo que les ofrece esta - a
primera vista- convencional historia
sobre una ida y una vuelta. Pese a este prejuicio, es necesario decir lo
siguiente: Los grandes mitos de la humanidad están concebidos sobre esa base; los
que se van jamás son los mismos cuando vuelven y aquí, las bellas parideras de
Immortan Joe vuelven convertidas en otra cosa. Ellas viven un antes y un
después y nosotros, como espectadores, vivimos lo mismo.
Por si a alguien no le ha quedado
claro, entonces, lo reitero. La cinéfila que hace más de un año vio Mad Max Fury Road no es la misma que escribe
este artículo el día de hoy, porque precisamente, yo también tuve una historia
de ida y vuelta con ella.
Sobre
la historia: Vivo, muero y vuelvo a vivir
En esta película, George Miller
retomó a su primer personaje, el primero de su historia como cineasta para
crear una nueva historia ambientada y basada en las andanzas de Max
Rockatansky, el “Loco Max”, quien vive en una sociedad donde la violencia es
algo de todos los días. Esta visión apocalíptica, con un sistema donde la vida
de los otros no vale nada, es algo que con el correr del tiempo se ha ido
normalizando hasta un punto en que los malignos “dueños de la carretera” que
conocimos en 1979 parecen ositos de peluche comparados con la realidad que
enfrentamos diariamente en distintos lugares del mundo. Treinta y cinco años
después, la violencia ya no nos afecta como antes, sobre todo porque el
desprecio por la vida humana ha ido escalando a niveles que el inocente George
ni siquiera podía imaginar en esos tiempos.

Desde este cambio en los tiempos
que vivimos, Miller nos entregó su película cumbre. Un filme que puede ser
leído como el cúmulo de las obsesiones del director, dadas las innumerables
referencias visuales que antes habíamos visto en su obra, la cual incluye
películas familiares (Babe en la Ciudad, Happy Feet 1 y 2), thrillers
(Lorenzo´s Oil) y comedias (Las Brujas de Eastwick). En todas ellas se repiten
sus figuras predominantes frente a la multitud, el público enfervorizado, sus
mujeres resueltas y en proceso de descubrimiento, pero también, la soledad, el
sentido de pertenencia, la búsqueda de la utopía y de lo ideal. Todos estos
elementos están presentes en sus filmes y aquí dibujan una historia que va más
allá de lo lacónico de sus personajes.
Ahí donde las palabras pueden ser
malinterpretadas, las actitudes de cada personaje nos muestran desde el
principio que cosas son capaces de hacer y cuáles no. Tal vez en este sentido,
lo que sucede con las esposas de Immortan Joe da una mayor cuenta de este viaje
de ida y vuelta, ya que si bien desde el principio sabemos quiénes son y qué es
lo que quieren – La búsqueda de las “Muchas Madres” juega un papel fundamental
en esta historia- es durante este viaje de ida en donde cada una va tomando su
forma definitiva. Es como si Miller fuese consciente de esto y reconociera los
múltiples escollos que lo femenino debe enfrentar para llegar a expresarse en
su totalidad. Por esto, el encuentro final con las “Muchas Madres”, mujeres que
han optado por resolver su realidad y enfrentarla de la mejor manera posible, opera
como un espejo para las parideras, quienes logran asumir quienes son y cómo
pueden seguir adelante.

Referente a esto, la idea del
Edén en la que se transforma la ciudadela de Immortan Joe se reafirma, siendo
un lugar que inicialmente aparece como un centro de opresión para quienes viven
ahí (sean conscientes de ello o no) y que posteriormente se transforma en la
Tierra Prometida de las parideras, las Muchas Madres y la misma Furiosa, quien
actúa como nexo entre estos dos mundos. Aquí las creencias deben ser
reformuladas, porque por una parte, el hecho de volver a lo que hasta antes fue
considerado “el hogar” supone una derrota para Furiosa. La figura divina de
Immortan Joe, dueño absoluto de la ciudadela y que ostenta uno de los tres
poderes fundamentales del universo que se nos presenta – junto al “Granjero de
Balas” y el “Antropófago”, un capitalista al que dada su condición de tal, no duda en "devorar" hombres –
es temida como cualquier dios en cualquier religión y su condición de
“inmortal” no hace más que seguir haciendo referencia a ello.
En quien vemos mejor reflejada
esta situación es en el personaje de Nux, un joven “middle-life” que
diariamente debe recibir transfusiones de sangre para seguir viviendo. La única
forma de comprender su fe está dada por las múltiples plegarias que recita
durante su ida a la batalla y que ya se han convertido en frases de culto. Nux
cree en la promesa de la vida eterna que le ofrece Immortan Joe, hasta que
descubre un bien mayor por el que es justo morir. Su sacrificio, entonces, hace
referencia a dos tópicos que son tocados por Furiosa y Max en uno de sus
escasos diálogos. Por un lado, tenemos la redención,
como una forma de encontrar la paz a través del sacrificio por el bien común y
por otro, la esperanza, resumida en
su propia muerte y la salvación de los sobrevivientes del viaje. Esto se
contrapone a las trazas de espiritualidad que presentan el resto de los
personajes. Una de las parideras rezando “a quien esté escuchando”, las Muchas
Madres capaces de matar pero protegiendo la tierra y las semillas, nos hablan
de espacios distintos de fe. Todo lo que hacen estas escenas es mostrarnos un
resumen de cómo se manifiestan las personas en su espiritualidad y la forma en la que nos
relacionamos con lo humano y lo divino.

¿Cuál es el rol de Max en todo
esto? Miller tiene claro que en un mundo lleno de personas que han decidido
tomar las riendas de sus vidas, el prototipo del héroe hollywoodense que con su
sola presencia salva el día no tiene cabida. Max es un héroe con procesos
propios en busca de su propia redención, cuya figura sirve para unir puntos,
entregar un relato central y construir en sí mismo el viaje del héroe. Su
presencia nos permite entender el horror del universo que estamos viendo a
través de las imágenes que lo azotan, todas ligadas a la culpa. Considerando
esto, no es extraño que al final de la película Max abandone el lugar. Como en
todas las historias de caballeros andantes y samuráis, una vez que la misión se
ha cumplido, es necesario retomar el propio camino. Una lección sobre dejar
atrás para seguir con el rumbo trazado para cada uno, aunque nos sea
desconocido. En tiempos en que además nos negamos a soltar (las cosas, las
personas, el poder) esto resulta ser toda una iluminación.
La
ausencia el color: Tan brillante, tan cromado.
En una acción que puede parecer
incomprensible, George Miller decide editar una nueva versión de su película,
esta vez en blanco y negro. Todo parte, según él mismo indica, con una antigua
obsesión instalada desde la primera vez que vio su Mad Max en una pantalla en
blanco y negro mientras se estaba editando la banda sonora. “¡Esta película
debería haber sido filmada así!” declaró en ese momento y ahora, con todos los
adelantos técnicos, convierte a su obra
maestra en la película que él siempre
quiso ver. Hay algo aquí, una especie de desprecio por todos los progresos que
se han alcanzado en el cine, una necesidad por volver a lo original que habla
también del profundo amor de Miller por esta disciplina. La búsqueda del
encuadre perfecto y la cámara que no se detiene, en el que se desgastan muchos
nuevos cineastas no tiene importancia frente a este reflejo de la realidad que
nos entrega el director. Miller es un creador que sabe lo que está buscando y
no obedece a las nuevas tendencias de lo que llamamos “cine de autor”, aunque
él, en estricto rigor, es el más autor de todos.

A través de esta versión,
entendemos que lo importante para Miller no tiene que ver con la espectacularidad
de la que hablaban las primeras críticas de su película. Es cierto, el filme
sigue siendo un colosal espectáculo visual en donde no podemos sacar los ojos
de encima de los engranajes, la carretera y la tormenta de arena, sin embargo,
las explosiones y todo lo que hizo que algunas personas pensaran en ella como
una gran carrera de autitos chocadores ya no están en pantalla, y es más, se
ven sublimados por el color que tal como indicó su autor, es “negro y cromado”.
Desde ahí, lo que más sorprende es que
ahora podemos captar todas las referencias que usó Miller para su obra,
retomando la idea de que detrás de toda esta entrega moderna y acorde a los
requerimientos visuales actuales, está un autor con verdadero interés por
mostrar una historia llena de contenido.
Leí en alguna parte que la
versión de Mad Max Fury Road - Black and Chrome es la película teniendo
nostalgia de sí misma. Siento que en realidad, la nostalgia de la que nos habla
Miller es acerca de retomar el cine como lo que era antes del popcorn: un arte
consagrado a la entretención y al espectáculo, pero también orientado a ser el
reflejo de lo que somos. Una disciplina que en algún momento fue el gran hito de la modernidad, pasa a ser el último arte profundamente humano.